El capitalismo y el ego

“El Estado soy yo”, dijo alguna vez Luis XIV, rey de Francia. Parafraseándolo, muchas empresas dicen hoy, o lo sugieren: el mercado soy yo. Y es una falsedad, hay una cuestión egocéntrica atrás. ¿Por qué estoy hablando de esto?

Finalmente, el gobierno alemán le confirmó a Lufthansa que, mediante el Fondo de Estabilización Económica (FSM), ya tiene disponibles los € 9 mil millones que necesita para “estabilizarse”. El FSM participará de un aumento de capital por medio del cual se hará con el 20% de las acciones de Lufthansa, que podría subir al 25%. El problema son las condiciones que impone la propuesta.

En estos momentos de crisis, el valor del aporte del transporte aéreo a los diversos países ha sido un argumento utilizado reiteradamente por las aerolíneas y por la entidad que las nuclea, la IATA. No voy poner en duda esas cifras, ni mucho menos, pero existe un enorme riesgo detrás, a la hora de leer esas cifras. Y es suponer que esa aportación deviene de una empresa, de una sola. Salvar al mercado no es salvar una empresa, aunque ellas crean que sí.

Nadie duda de que el transporte aéreo sobrevivirá al Covid-19, más pequeño, con menos vuelos, con menos actividad, pero sobrevivirá y nadie titubea al respecto. Las que no se sabe si sobrevivirán son las empresas y si tal o cual desaparece, por más grandes que sean, aparecerán otras, o crecerán otras. En su época existió Pan Am y aunque fue enorme, desapareció, y el transporte aéreo sobrevivió. Aquí mismo, el Crack Financiero de 1930 se llevó puesto a la Aeropostale francesa que volaba en nuestros cielos. Pero su lugar lo heredó Aeroposta Argentina que casi 20 años después se fusionaría con otras empresas para crear Aerolíneas Argentinas.

Ningún ajuste es sencillo o indoloro, eso es claro. Pero las empresas aéreas no entienden que su supervivencia no es forzosamente la del mercado. Por cada empresa que desaparezca nacerá otra u otra crecerá para ocupar su lugar, porque el motor definitivo es la demanda. Si hay demanda sostenida, si la gente quiere o necesita viajar, habrá una empresa que asuma la tarea.

Entonces, quizás sería bueno que algunas aerolíneas hagan un acto de humildad y acepten que si no son ellas, serán otras. Por otra parte, los fondos son públicos y es normal que, a cambio de su otorgamiento, los Estados demanden algún tipo de protección o garantía. Y si su supervivencia está en juego, en un sistema capitalista, deberían entender que es racional que los Estados duden respecto de si podrán o no recuperar esos fondos y busquen garantías, una protección.

Cuando Pan Am cerró era probablemente la línea aérea más famosa y conocida del mundo y si no era la más grande, disputaba ese título con la soviética Aeroflot. Nadie quiere que ninguna línea aérea desaparezca y buena parte de los Estados las asisten y ayudan porque entienden lo malo, lo traumático que eso sería. El espacio de Pan Am estuvo vacío un tiempo es cierto, la sustitución de la que hablo no es inmediata, pero se produce.

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