A priori son dos noticias separadas, diferentes, pero me parece que un hilo común las conecta. En primer lugar, American Airlines emitió un cronograma en el que detalla el retiro de sus viejos McDonnell-Douglas MD de su flota. La aerolínea con base en Texas supo ser una de las usuarias más extendidas del avión, sobre todo en su red doméstica. Ver los largos fuselajes de aluminio bruñido, decorado apenas con las tres tiras de color azul, blanco y rojo, y las tradicionales colas “en T”, eran presencias habituales en los aeropuertos estadounidenses. American llegó a utilizar 384 MD, pero hoy solo mantiene operativas 28 aeronaves que desprogramará hasta septiembre próximo.
Sólo Delta Air Lines continuará operando en Estados Unidos los MD a nivel comercial (dispone de 84 unidades), y alguna otra empresa internacional, como las iraníes Iran Air y Caspian Airlines, y las venezolanas Laser y SBA Airlines.
Los MD son una joya del pasado, unos supervivientes. Porque de hecho, encarnan una marca, un nombre (McDonnell-Douglas), que ya no existe. La fábrica de aviones, con sede en Long Beach, California, que supo producir aviones emblemáticos como del DC-8, o el DC-10 (antes los DC-3 y DC-6), entre otros, fue absorbida por Boeing en 1996. Como su nombre lo indica, la empresa californiana era producto de la fusión, a su vez, entre McDonnell, exitosa singularmente en la producción de aviones de combate (F-2 Banshee, un caza naval embarcado que se utilizó en Estados Unidos por casi 15 años; los F-101 Voodoo y F-4 Phantom II, dos luchadores de la guerra de Vietnam; o los más modernos F-15 Eagle y F-18 Hornet) y la Douglas, que cimentó su prestigio en la Segunda Guerra Mundial para la que produjo casi 30 mil aparatos (desde el DC-3 y su versión carguera militar, el célebre C-47; al torpedero naval SDB Dauntless, pasando por los bombarderos medianos A-20 Havoc y A-26 Invader).
La fusión de McDonnell-Douglas con Boeing, en el 96, como dije, la agarró con un solo un producto comercial en plena producción: el MD-95, la versión más pequeña de la familia MD. Boeing adoptó este avión y lo rebautizó de hecho como B-717 y lo fabricó hasta 2005 (otros productos como los MD de la Serie 90, también fueron fabricados hasta el 2000).
No me atrevería a decir que es absolutamente inédito lo que hizo Bombardier por estos días, pero no es usual y marca una diferencia con ese pasado de fusiones, donde los productos (es decir los aviones) pasan de fabricante a fabricante como parte de una herencia. La segunda noticia cuenta que la canadiense, se ha marchado de la aviación comercial “vendiendo sus programas” es decir, vendiéndole a otros, los derechos, la tecnología, el expertise y las factorías para producir los aviones que ella creó. Primero lo hizo con los turbohélices, con los Twin Otter y los Dash 7 y 8, que vendió a la australiana Viking. Cuando el gobierno de Trump impuso un desproporcionado impuesto a la Familia CSeries, Bombardier se la vendió a Airbus, que la adoptó bajo el nombre A220, con sus versiones 100 y 300. Y hace pocos días, concretó la venta del último programa que mantenía, los CRJ, a la japonesa Mitsubishi. La situación inédita, o poco convencional, será que de aquí en adelante será posible ver esos aviones en los aeropuertos, pero fabricados por otras empresas, y ya no por Bombardier.
Signo de los tiempos: antes los aviones cambiaban de fábrica cuando las propias empresas se compraban o fusionaban, Bombardier no se ha vendido a sí misma, ha vendido sus programas, su trabajo, y ha decidido centrarse en la fabricación de ferrocarriles y continuar produciendo los mucho más rentables aviones privados (los Global Express y los Challenger).